Es curioso cómo el ser humano pone trabas a su libertad, y así pierde ese lado salvaje y se hace libre desde la constancia de seguir esas normas invisibles.
Nada tiene sentido fuera de unas reglas que nos inculcan desde que salimos de una vagina, siguiendo ya desde entonces las normas de la naturaleza. Unas normas que aunque no impongamos nosotros mismos nos obsesionamos por descubrir y clasificar. Todo en la vida es un juego al que sabes jugar o el cual ignoras. Si sabes las reglas hablas, sino aguardas en silencio hasta que aprendes, o te niegas a jugar permaneciendo mudo.
Yo quiero aprender a cambiar las reglas. Arreglar los desperfectos del tablero, o simplemente romperlo todo; empezar una nueva partida desde el cero de las miradas atentas y la buena voluntad de seguir unas reglas silenciosas, solo un poco menos categóricas que el soplo de la creatividad.