Yo una vez amé, y era
libre. La primera vez que amé supe que lo era porque se lo preguntaba al espejo
y mi sonrisa contestaba. Eres libre, me
decía, tu amor es solo tuyo. La segunda vez que amé mi corazón dolía. No
pregunté al espejo, porque era más fácil amar a ciegas. Amar en silencio y con
un cariño roto. Pero amar era lo que yo amaba, y creía amar siendo libre,
aunque no lo fuera. Ya nadie preguntaba en esos tiempos, como yo me pregunté un
día.
No era libre, porque me
arrastraba la corriente de lo desnudo y lo obvio, la corriente de lo sencillo y
vacío. Sin pensar, sin preguntarle más que a él si me quería. El tiempo me
contestó: yo te quiero, porque me abrazas rendida.
Yo amé en mentiras de
medianoches evitadas.